martes, 2 de enero de 2018

MI PROPÓSITO + UN SECRETO ADOLESCENTE



Lo que voy a contar hoy es algo muy personal. Algo que pocas personas saben, quizás, porque en su momento me avergonzara de ello, pero que hoy creo que puede ayudar muchas personas. Durante mi adolescencia padecí un trastorno alimenticio conocido como anorexia nerviosa. No, no me veía gorda en el espejo, ni tampoco me provocaba los vómitos. Simplemente rechazaba cualquier tipo de alimento. El olor de la comida me producía náuseas, el ver comida cerca de mi o incluso en fotografías me daba asco y me producía un malestar del que aún hoy guardo algún recuerdo.

Siempre he sido una chica de constitución normal, con tendencia quizás, a engordar un poco. Pero nunca me había preocupado. A causa del no comer y de los vómitos, adelgacé mucho en un período relativamente corto de tiempo. Fui al médico y al ver que no era yo (de forma física) la que se producía la anorexia, diagnóstico el tipo de anorexia nerviosa. Es cierto que había sufrido periodos largos de estrés y ansiedad por motivos personales. Mi cuerpo acumuló tanta energía (negativa) que se me caía el mundo a los pies y desembocó en un estado casi depresivo que me llevó a perder más peso de lo que mi cuerpo debía de perder.

La suerte que tuve es que mi doctora no me recetó ningún medicamento. Ni tampoco fui a un psicólogo. En ese momento, no me daba cuenta de lo fuerte que se puede ser mentalmente, pero ahora, le agradezco mucho a esa doctora la medicina que me recetó.

Sal a la calle, pasea 
y haz mucho deporte. 

Yo no había hecho deporte en mi vida, ni si quiera era algo que me gustara. Ese fue el momento en el que pedí ayuda. Le pedí a mi madre algo de dinero, el suficiente para ir a Decathlon a comprar unas zapatillas, las más baratas que tuvieran, un pantalón y una camiseta. Mi tío por aquel entonces empezaba a practicar lo que hoy llamamos "running", es decir, correr por la calle o en nuestra ciudad, por el cauce del Túria. Así que empecé a entrenar con él. Mi condición física no era óptima. Imaginaos, alguien que no ha hecho deporte en su vida y con el estado anímico que tenía... Pero no tiré la toalla, tampoco me dejaron otra opción. Un buen día, dijimos "hey, vamos a apuntarnos a una carrera popular".

Mario y yo en nuestra primera carrera de 10K
Sí, contra todo pronóstico la acabé. Durante los entrenamientos no hacíamos ni si quiera 5 kilómetros sin parar y ese día me planté y de tirón hice 10 km sufridos a más no poder. En cada zancada pensaba "venga, Lara, esto va por ti y por nadie más". La foto que veréis a continuación es que por aquel entonces, me gustaba mucho dramatizar, y le dije a mi madre que me hiciera esta foto como si acabara de llegar a meta arrastrándome. Como los deportistas que salían en la tele después de ganar alguna medalla de oro.

Yo haciendo el paripé
Fue un subidón. Sin darme cuenta empecé a tener hambre y la comida me dejó de dar asco. Deseaba que llegara el momento de entrenar porque era la mejor parte del día. Seguí entrenando pero sin saber bien lo que hacía. Simplemente corría. Pero llego una carrera en la que pasó algo verdaderamente extraño. Recuerdo que mi tío me abandonó a mitad de carrera porque él iba más rápido que yo. No iba cansada y me lo estaba pasando muy bien. Siempre me gustaba quedarme a la entrega de trofeos. Me divertía ver a la gente subir ahí y pensaba "que vergüenza, yo no sería capaz de subir". Entonces sonó mi nombre. Segunda posición de mi categoría. No sabía ni si quiera que era eso de las categorías y pensaba que era una broma. Resultó que no, que había hecho buen tiempo y había quedado segunda. Lo más divertido fue llegar a casa y que mi madre me preguntará si había robado el trofeo. Ese día fue cuando todo cambió.

Mario y yo en la primera carrera que subí al podium
Llegó el momento de apuntarse a un club de atletismo y dedicarle más tiempo a algo que me gustaba y se me daba bien. Tener un entrenador de verdad me ayudaría a conocer más sobre el atletismo y sobre mi condición física. Y fui a parar a la marea azul de Poblats. Uno de los mejores clubs que he podido conocer.

Parte del club en una carrera popular


Dicen que la base es lo más importante. Mi base fue un "abuelito" como yo le solía llamar. Mi primer entrenador, Abel, me enseñó a correr con cabeza. Y me llevó en volandas por varios podiums llenando mi casa de copas y de medallas. ¿El secreto? Constancia y sacrificio.

Entrando en meta con mi primer entrenador en una 10K 
Sufrir cada entrenamiento por el paseo marítimo tenía sus recompensas. En verano incluso nos daba por hacer entrenamientos dentro del agua y por la arena, que no sé yo si era del todo bueno, pero eran los más divertidos. Como he dicho, el me dio la confianza que me faltaba. No había carrera que se nos resistiera. Nunca abandoné en ningún tramo y eso que lo intenté pero siempre estaba él para reñirme. Decía que era "el coche escoba" del club porque siempre recogía a todos los que querían abandonar. 


Con Abel momentos previos de una carrera.

Dicen que este deporte es solitario. Sin embargo, para mi, siempre ha sido trabajar en equipo. Recuerdo con especial cariño carreras como la de Siete Aguas (15K) o la de Paterna (15K). En esta última recuerdo que perdí a Abel. Fui más rápido de lo que debía y había tanta gente, que no volví a verlo hasta el final de la carrera. No llevaba ni la mitad del recorrido y ya notaba que había salido muy rápido y quise abandonar. Me salí del tramo y me senté en el bordillo esperando a ver si venía Abel. Pero en ese momento, otros compañeros del club, los que normalmente iban mucho más rápido que yo, me vieron, se pararon, me echaron la bronca y me dijeron que si había sido tan valiente de salir así de rápido, que apechugara e intentará mantener ese ritmo. Me puse entre ellos, solo tenía que seguirlos, no podía hablar, me costaba respirar pero sin ahogarme, claro. Toda la carrera chillaban mi nombre, me daban ánimos, me obligaban a acelerar. Ellos sabían que podía dar más, y yo lo descubrí gracias a esta carrera. Nunca había corrido tan deprisa y menos una 15K. Llegué a meta con marca personal. Sin ellos, ni marca ni meta. Fue un trabajo en equipo.

Podium de Siete Aguas


Post-carrera de Xàtiva

Una de mis fotos favoritas al llegar a meta tras hacer otra marca personal
Llegando a meta en la carrera de Paterna que nos he dicho antes. Mis compañeros me dejaron pasar delante de ellos para hacer mejor tiempo.

Con Poblats en otro podium (no recuerdo cual)
En ningún momento fui profesional, pero es cierto, que para no hacer deporte nunca, mis tiempos bajaban muy rápido. Mis únicas metas fueron siempre personales. Mejorar mis marcas. Cada vez me costaba más bajarlas pero entrenaba muy duro, tanto que incluso hice un media maratón que recuerdo con emoción y algún que otro calambre en mis piernas. Ese día aprendí que se para en meta.

Subiendo al podium de la Media Maratón de Sagunto


De Poblats guardo grandes recuerdos, y muy buenas amistades. Me encantaría poder volver algún día a este club que a nivel personal tanto me ha dado. Pero llegó un momento, en el que decidí dar un paso más y tomármelo todo en serio. Cambié de equipo y de entrenador. Pasé al TKUW y empecé a volar. 

Durante la primera EKIDEN de Valencia


Seguí corriendo algunas carreras con Poblats. Y es que la verdad, nunca me pude ir del todo. De todas las carreras, la que recuerdo con más cariño fue la 10K de Gandia en la que hice marca personal bajando de 5 minutos el kilometro (paro los que hagáis running sabréis de lo que hablo). En distancias cortas solía aguantar ritmos de 4 minutos por km o incluso de 3,8, pero en carreras largas nunca lo lograba.

¿Llegué lejos? Bueno, la verdad no. Las cosas se torcieron cuando tras una lesión dejé de entrenar y me fui a vivir a otra ciudad. Ahora quiero volver. Volver a emocionarme, a sufrir cada entrenamiento, a no quejarme por tonterías. Y encima esta vez, tengo la suerte de que en cada kilómetro no voy a estar sola nunca más porque el instigador de este retorno es mi compañero de fatigas. Que para este 2018, el propósito es volver, volver a llegar a meta. Sé que va a ser un cambio radical. Volver a retomar viejas costumbres. Una rutina de verdad. Además de que mi cuerpo va a sufrir una serie de transformaciones que solo de pensarlas ya me duele todo el cuerpo... Os mantendré informados.

¡Nos vemos el próximo 28 de enero, asfalto!






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